Bible Gateway passage: Filemón - Hebreos 11 - Nueva Versión Internacional (2024)

1Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo,

a ti, querido Filemón, compañero de trabajo, 2a la hermana Apia, a Arquipo nuestro compañero de lucha y a la iglesia que se reúne en tu casa:

3Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.

Acción de gracias y petición

4Siempre doy gracias a mi Dios al recordarte en mis oraciones, 5porque tengo noticias de tu amor por el Señor Jesús y de tu fidelidad hacia todos los creyentes. 6Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos. 7Hermano, tu amor me ha alegrado y animado mucho porque has reconfortado el corazón de los creyentes.

Intercesión de Pablo por Onésimo

8Por eso, aunque en Cristo tengo la franqueza suficiente para ordenarte lo que debes hacer, 9prefiero rogártelo en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero de Cristo Jesús, 10te suplico por mi hijo Onésimo,[a] quien llegó a ser hijo mío mientras yo estaba preso. 11En otro tiempo te era inútil, pero ahora nos es útil tanto a ti como a mí.

12Te lo envío de vuelta y con él va mi propio corazón. 13Yo hubiera querido retenerlo para que me sirviera en tu lugar mientras estoy preso por causa del evangelio. 14Sin embargo, no he querido hacer nada sin tu consentimiento, para que tu favor no sea por obligación, sino espontáneo. 15Tal vez por eso Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora lo recibas para siempre, 16ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor.

17De modo que, si me tienes por compañero, recíbelo como a mí mismo. 18Si te ha perjudicado o te debe algo, cárgalo a mi cuenta. 19Yo, Pablo, lo escribo de mi puño y letra: te lo pagaré; por no decirte que tú mismo me debes lo que eres. 20Sí, hermano, ¡que reciba yo de ti algún beneficio en el Señor! Reconforta mi corazón en Cristo. 21Te escribo confiado en tu obediencia, seguro de que harás aún más de lo que te pido.

22Además de eso, prepárame alojamiento porque espero que Dios les conceda el tenerme otra vez con ustedes en respuesta a sus oraciones.

23Te mandan saludos Epafras, mi compañero de cárcel en Cristo Jesús, 24y también Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis compañeros de trabajo.

25Que la gracia del Señor Jesucristo sea con su espíritu.

La superioridad del Hijo

1Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, 2en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A este lo designó heredero de todo y por medio de él hizo el universo. 3El Hijo refleja el brillo de la gloria de Dios y es la fiel representación de lo que él es. Él sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas. 4Así llegó a ser superior a los ángeles, en la misma medida en que el nombre que ha heredado supera en excelencia al de ellos.

5Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:

«Tú eres mi Hijo;
hoy mismo te he engendrado»,[b]

y en otro pasaje:

«Yo seré su Padre
y él será mi Hijo»?[c]

6Además, al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice:

«Que lo adoren todos los ángeles de Dios».

7En cuanto a los ángeles dice:

«Él convierte a sus ángeles en vientos,
y a sus servidores en llamas de fuego».[d]

8Pero con respecto al Hijo dice:

«Tu trono, oh Dios, permanece para siempre;
el cetro de tu reino es cetro de justicia.
9Has amado la justicia y odiado la maldad;
por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de alegría,
te prefirió a ti por encima de tus compañeros».[e]

10También dice:

«En el principio, oh Señor, tú afirmaste la tierra,
y los cielos son la obra de tus manos.
11Ellos perecerán, pero tú permaneces para siempre.
Todos ellos se desgastarán como un vestido,
12los doblarás como un manto
y cambiarán como ropa que se muda.
Pero tú eres siempre el mismo
y tus años no tienen fin».[f]

13¿A cuál de los ángeles dijo Dios alguna vez:

«Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos
por debajo de tus pies»?[g]

14¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?

Advertencia a prestar atención

2Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. 2Porque, si el mensaje anunciado por los ángeles tuvo validez y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, 3¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor y los que la oyeron nos la confirmaron. 4A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad.

Jesús, hecho igual a sus hermanos

5Dios no puso bajo el dominio de los ángeles el mundo venidero del que estamos hablando. 6Como alguien ha atestiguado en algún lugar:

«¿Qué es el hombre para que en él pienses?
¿Qué es el hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?
7Lo hiciste poco[h] menor que los ángeles
y lo coronaste de gloria y de honra;
8todo lo pusiste bajo sus pies».[i]

Si Dios puso bajo él todas las cosas, entonces no hay nada que no esté bajo su dominio. Ahora bien, es cierto que todavía no vemos que todo esté sometido a él. 9Sin embargo, vemos a Jesús, quien fue hecho un poco menor a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos.

10En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. 11Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12cuando dice:

«Proclamaré tu nombre a mis hermanos;
en medio de la congregación te alabaré».[j]

13En otra parte dice:

«Yo confiaré en él».[k]

Y añade:

«Aquí me tienen, con los hijos que Dios me ha dado».[l]

14Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso,[m] él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, 15y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida. 16Pues, ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles, sino de los descendientes de Abraham. 17Por eso era preciso que en todo se pareciera a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y compasivo al servicio de Dios, a fin de obtener el perdón de los pecados del pueblo. 18Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados.

Jesús, superior a Moisés

3Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo llamamiento celestial, fijen su atención en Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de la fe que confesamos. 2Él fue fiel al que lo nombró, como lo fue también Moisés en toda la casa de Dios. 3De hecho, Jesús ha sido estimado digno de mayor honor que Moisés, así como el constructor de una casa recibe mayor honor que la casa misma. 4Porque toda casa tiene su constructor, pero el constructor de todo es Dios. 5Moisés fue fiel como siervo sobre toda la casa de Dios para dar testimonio de lo que Dios diría en el futuro. 6Cristo, en cambio, es fiel como Hijo al frente de la casa de Dios. Y esa casa somos nosotros, siempre y cuando mantengamos[n] nuestra confianza y la esperanza que nos enorgullece.

Advertencia contra la incredulidad

7Por eso, como dice el Espíritu Santo:

«Si ustedes oyen hoy su voz,
8no endurezcan sus corazones[o]
como sucedió en la rebelión,
en aquel día de prueba en el desierto.
9Allí sus antepasados me tentaron y me pusieron a prueba,
a pesar de haber visto mis obras cuarenta años.
10Por eso me enojé con aquella generación
y dije: “Siempre se alejan de mí[p]
y no reconocen mis caminos”.
11Así que, en mi enojo, hice este juramento:
“Jamás entrarán en mi reposo”».[q]

12Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. 13Más bien, mientras dure ese «hoy», anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado. 14Hemos llegado a tener parte con Cristo, si en verdad mantenemos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio. 15Como se acaba de decir:

«Si ustedes oyen hoy su voz,
no endurezcan sus corazones
como sucedió en la rebelión».[r]

16Ahora bien, ¿quiénes fueron los que oyeron y se rebelaron? ¿No fueron acaso todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? 17¿Y con quiénes se enojó Dios durante cuarenta años? ¿No fue acaso con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto? 18¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su reposo, sino a los que desobedecieron?[s] 19Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad.

Reposo del pueblo de Dios

4Por tanto, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, cuidémonos, no sea que alguno de ustedes vaya a quedarse fuera. 2Porque a nosotros se nos ha anunciado las buenas noticias, lo mismo que a ellos; pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a[t] los que habían prestado atención a ese mensaje. 3Ahora bien, en tal reposo entramos los que somos creyentes, conforme Dios ha dicho:

«Así que, en mi enojo, hice este juramento:
“Jamás entrarán en mi reposo”».[u]

Es cierto que su trabajo quedó terminado con la creación del mundo, 4pues en algún lugar se ha dicho así del séptimo día: «Y en el séptimo día descansó Dios de todas sus obras».[v] 5Y en el pasaje citado también dice: «Jamás entrarán en mi reposo».

6Aunque todavía falta que algunos entren en ese reposo, y los primeros a quienes se les anunció las buenas noticias no entraron por causa de su desobediencia, 7Dios volvió a fijar un día, que es «hoy», cuando mucho después declaró por medio de David lo que ya se ha mencionado:

«Si ustedes oyen hoy su voz,
no endurezcan sus corazones».[w]

8Porque si Josué les hubiera dado el reposo, Dios no habría hablado posteriormente de otro día. 9Por consiguiente, queda todavía un reposo especial[x] para el pueblo de Dios; 10porque el que entra en el reposo de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las suyas. 11Esforcémonos, pues, por entrar en ese reposo, para que nadie caiga al seguir aquel ejemplo de desobediencia.

12Sin duda, la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos,[y] y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Jesús, el gran sumo sacerdote

14Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. 15Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir la misericordia y encontrar la gracia que nos ayuden oportunamente.

5Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres. Él mismo es nombrado para representar a su pueblo ante Dios y ofrecer dones y sacrificios por los pecados. 2Puede tratar con paciencia a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está sujeto a las debilidades humanas. 3Por tal razón se ve obligado a ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como también por los del pueblo.

4Nadie ocupa ese cargo por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que es llamado por Dios, como sucedió con Aarón. 5Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino que Dios le dijo:

«Tú eres mi Hijo;
hoy mismo te he engendrado».[z]

6Y en otro pasaje dice:

«Tú eres sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec».[aa]

7En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su temor reverente. 8Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer. 9Al ser así perfeccionado, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen 10y Dios lo nombró sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.

Advertencia contra la apostasía

11Sobre este tema tenemos mucho que decir, aunque es difícil explicarlo porque ustedes se han vuelto apáticos y no escuchan.[ab] 12En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros; sin embargo, necesitan que alguien vuelva a enseñarles los principios más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido. 13El que solo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. 14En cambio, el alimento sólido es para los adultos, pues han ejercitado la capacidad de distinguir entre el bien y el mal.

6Por eso, dejando a un lado las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez. No volvamos a poner los fundamentos, tales como el arrepentimiento de las obras que conducen a la muerte, la fe en Dios, 2la enseñanza sobre bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3Así procederemos, si Dios lo permite.

4Porque es imposible que aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo, 5que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, 6pero después de todo esto se han apartado, renueven su arrepentimiento. Pues así, para su propio mal, vuelven a crucificar al Hijo de Dios y lo exponen a la vergüenza pública.

7Cuando la tierra bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella y produce una buena cosecha para los que la cultivan, recibe bendición de Dios. 8En cambio, cuando produce espinos y cardos, no vale nada; está a punto de ser maldecida y acabará por ser quemada.

9En cuanto a ustedes, queridos hermanos, aunque nos expresamos así, estamos seguros de que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación. 10Porque Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que en su nombre ustedes han demostrado sirviendo a los creyentes, como lo siguen haciendo. 11Deseamos, sin embargo, que cada uno de ustedes siga mostrando ese mismo empeño hasta la realización final y completa de su esperanza. 12No sean apáticos; más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas.

La certeza de la promesa de Dios

13Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no tenía a nadie superior por quien jurar, juró por sí mismo 14y dijo: «Te bendeciré en gran manera y multiplicaré tu descendencia».[ac] 15Y así, después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido.

16La gente jura por alguien superior a sí misma, y el juramento, al confirmar lo que se ha dicho, pone punto final a toda discusión. 17Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que su propósito nunca cambia, confirmó con un juramento esa promesa. 18Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades que nunca cambian y en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros. 19Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, 20hasta donde Jesús entró por nosotros para abrirnos camino, llegando a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

El sacerdocio de Melquisedec

7Este Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, quien regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo. 2A su vez, Abraham le dio el diezmo de todo. El nombre Melquisedec significa en primer lugar: «rey de justicia» y, además, «rey de Salén», esto es, «rey de paz». 3No tiene padre ni madre ni genealogía; no tiene comienzo ni fin, pero, a semejanza del Hijo de Dios, permanece como sacerdote para siempre.

4Consideren la grandeza de ese hombre, a quien nada menos que el patriarca Abraham dio la décima parte del botín. 5Ahora bien, los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen, por ley, el mandato de recibir los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque estos también son descendientes de Abraham. 6En cambio, Melquisedec, que no era descendiente de Leví, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. 7Es indiscutible que la persona que bendice es superior a la que recibe la bendición. 8En el caso de los levitas, los diezmos los reciben hombres mortales; en el otro caso, los recibe Melquisedec, de quien se da testimonio de que vive. 9Hasta podría decirse que Leví, que recibía diezmos, los pagó por medio de Abraham, 10ya que Leví estaba presente en su antepasado Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro.

Jesús, semejante a Melquisedec

11Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el sacerdocio levítico (pues bajo este se le dio la ley al pueblo), ¿qué necesidad había de que más adelante surgiera otro sacerdote según el orden de Melquisedec y no según el de Aarón? 12Porque cuando cambia el sacerdocio, también tiene que cambiarse la ley. 13En efecto, Jesús, de quien se dicen estas cosas, era de otra tribu, de la cual nadie se ha dedicado al servicio del altar. 14Es evidente que nuestro Señor procedía de la tribu de Judá, respecto a la cual nada dijo Moisés con relación al sacerdocio. 15Y lo que hemos dicho resulta aún más evidente si, a semejanza de Melquisedec, surge otro sacerdote 16que ha llegado a serlo no conforme a un requisito legal respecto a linaje humano, sino conforme al poder de una vida indestructible. 17Pues de él se da testimonio:

«Tú eres sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec».[ad]

18Por una parte, la Ley anterior queda anulada por ser inútil e ineficaz, 19ya que no perfeccionó nada; y por la otra, se introduce una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios.

20¡Y no fue sin juramento! Los otros sacerdotes llegaron a serlo sin juramento, 21mientras que este llegó a serlo con el juramento de aquel que le dijo:

«El Señor ha jurado,
y no cambiará de parecer:
“Tú eres sacerdote para siempre”».

22Por tanto, Jesús ha llegado a ser el que garantiza un pacto superior.

23Ahora bien, a los sacerdotes la muerte les impedía seguir ejerciendo sus funciones y por eso hemos tenido muchos de ellos; 24pero como Jesús permanece para siempre, su sacerdocio es imperecedero. 25Por eso también puede salvar por completo[ae] a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.

26Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos. 27A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo. 28De hecho, la Ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento posterior a la Ley designa al Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.

El sumo sacerdote de un nuevo pacto

8Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es este: tenemos un sumo sacerdote que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo 2y que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero santuario levantado por el Señor y no por ningún ser humano.

3A todo sumo sacerdote se le nombra para presentar ofrendas y sacrificios, por lo cual fue necesario que Jesús también tuviera algo que ofrecer. 4Si él estuviera en la tierra, no sería sacerdote, pues aquí ya hay sacerdotes que presentan las ofrendas en conformidad con la Ley. 5Estos sacerdotes sirven en un santuario que es copia y sombra del que está en el cielo, tal como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de construir el santuario: «Asegúrate de hacerlo todo según el modelo que se te ha mostrado en el monte».[af] 6Pero el servicio sacerdotal que Jesús ha recibido es superior al de ellos, así como el pacto del cual es mediador es superior al antiguo, puesto que se basa en mejores promesas.

7Porque si ese primer pacto hubiera sido perfecto, no habría necesidad de proveer un segundo pacto. 8Pero Dios, reprochándoles sus defectos, dijo:

«Vienen días», afirma el Señor,
«en que haré un nuevo pacto
con Israel y con Judá.
9No será un pacto
como el que hice con sus antepasados
el día en que los tomé de la mano
y los saqué de Egipto,
ya que ellos no permanecieron fieles a mi pacto,
y yo los abandoné»,
dice el Señor.
10«Este es el pacto que después de aquel tiempo
haré con el pueblo de Israel», afirma el Señor.
«Pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.
11Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo;
tampoco dirá nadie a su hermano: “¡Conoce al Señor!”,
porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán.
12Yo perdonaré sus iniquidades
y nunca más me acordaré de sus pecados».[ag]

13Al llamar «nuevo» a ese pacto, ha declarado obsoleto al anterior; y lo que se vuelve obsoleto y envejece ya está por desaparecer.

El culto en el santuario terrenal

9El primer pacto tenía sus normas para el culto y un santuario terrenal. 2Se habilitó ese santuario de tal modo que en su primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes consagrados. 3Tras la segunda cortina estaba la parte llamada el Lugar Santísimo, 4el cual tenía el altar de oro para el incienso y el arca del pacto, toda recubierta de oro. Dentro del arca había una vasija de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que había retoñado y las tablas del pacto. 5Encima del arca estaban los querubines de la gloria, que cubrían con su sombra la tapa del arca. Pero ahora no se puede hablar de eso en detalle.

6Así dispuestas todas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte del santuario para celebrar el culto. 7Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y solo una vez al año, provisto siempre de sangre que ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia cometidos por el pueblo. 8Con esto el Espíritu Santo da a entender que, mientras siga en pie el primer santuario, aún no se habrá revelado el camino que conduce al Lugar Santísimo. 9Esto nos ilustra hoy día que las ofrendas y los sacrificios que allí se ofrecen no tienen poder alguno para perfeccionar la conciencia de los que celebran ese culto. 10No se trata más que de regulaciones externas relacionadas con alimentos, bebidas y diversas ceremonias de purificación, que son válidas solo hasta el tiempo señalado para reformarlo todo.

La sangre de Cristo

11Pero Cristo, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos[ah] en el santuario más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), 12entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno. 13La sangre de machos cabríos y de toros, y las cenizas de una novilla rociadas sobre personas impuras, las santifican de modo que quedan limpias por fuera. 14Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!

15Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de las transgresiones cometidas bajo el primer pacto.

16En el caso de un testamento,[ai] es necesario constatar la muerte del testador, 17pues un testamento solo adquiere validez cuando el que lo hizo muere y no entra en vigor mientras vive. 18De ahí que ni siquiera el primer pacto se haya establecido sin sangre. 19Después de promulgar todos los mandamientos de la Ley a todo el pueblo, Moisés tomó la sangre de los becerros junto con agua, lana escarlata y ramas de hisopo, y roció el libro de la Ley y a todo el pueblo, 20diciendo: «Esta es la sangre del pacto que Dios ha mandado que ustedes cumplan».[aj] 21De la misma manera, roció con la sangre el santuario y todos los objetos que se usaban en el culto. 22De hecho, la Ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón.

23Así que era necesario que los modelos de las realidades celestiales fueran purificados con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores a aquellos. 24Por eso Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro. 25Tampoco entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. 27Así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez y después venga el juicio, 28también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Aparecerá por segunda vez ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan.

El sacrificio de Cristo, ofrecido una vez y para siempre

10La Ley es solo una sombra de los bienes venideros, no la presencia[ak] misma de estas realidades. Por eso nunca puede perfeccionar a los que se acercan para adorar mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año. 2De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido culpables de pecado. 3Pero esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados, 4ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.

5Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo:

«A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas;
en su lugar, me preparaste un cuerpo;
6no te agradaron ni holocaustos
ni sacrificios por el pecado.
7Por eso dije: “Aquí me tienes
—como está escrito en el libro—.
He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad”».[al]

8Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, holocaustos y sacrificios por el pecado no te complacen ni fueron de tu agrado», a pesar de que la Ley exigía que se ofrecieran. 9Luego añadió: «Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad». Así quitó lo primero para establecer lo segundo. 10Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre.

11Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. 12Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios 13en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. 14Porque con un solo sacrificio ha perfeccionado para siempre a los que han sido santificados.

15También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero dice:

16«Este es el pacto que haré con ellos
después de aquel tiempo», afirma el Señor,
«pondré mis leyes en su corazón
y las escribiré en su mente».[am]

17Después añade:

«Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades».[an]

18Y puesto que estos han sido perdonados, ya no hace falta ofrecer otro sacrificio por el pecado.

Llamada a la perseverancia

19Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo 20por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, lo cual hizo por medio de su cuerpo. 21También tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. 22Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y los cuerpos lavados con agua pura. 23Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. 24Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. 25No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacer algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.

26Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. 27Solo queda una aterradora expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios. 28Cualquiera que rechazaba la Ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos. 29¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado y que ha insultado al Espíritu de la gracia? 30Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré»;[ao] y también: «El Señor juzgará a su pueblo».[ap] 31¡Es aterrador caer en las manos del Dios vivo!

32Recuerden aquellos días pasados cuando ustedes, después de haber sido iluminados, sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento. 33Unas veces se vieron expuestos públicamente al insulto y a la persecución; otras veces se solidarizaron con los que eran tratados de igual manera. 34También se compadecieron de los encarcelados y, cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían una mejor herencia y más permanente.

35Así que no abandonen su confianza, la cual ha de ser grandemente recompensada. 36Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. 37Pues dentro de muy poco tiempo,

«el que ha de venir vendrá y no tardará.
38Pero el justo[aq] vivirá por la fe.
Y si se vuelve atrás,
no será de mi agrado».[ar]

39Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.

Por la fe

11Ahora bien, la fe es tener confianza en lo que esperamos, es tener certeza de lo que no vemos. 2Gracias a ella recibieron un testimonio favorable nuestros ancestros.

3Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve.

4Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín y por ella recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía.

5Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. 6En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.

7Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe.

8Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. 9Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, 10porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor.

11Por la fe incluso Sara, a pesar de su avanzada edad y de que era estéril,[as] recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. 12Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.

13Todos ellos vivieron por la fe y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las miraron y les dieron la bienvenida desde la distancia. También confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. 14Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. 15Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. 16Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios y les preparó una ciudad.

Footnotes

  1. 1:10 Onésimo significa útil.
  2. 1:5 Sal 2:7.
  3. 1:5 2S 7:14; 1Cr 17:13.
  4. 1:7 Sal 104:4.
  5. 1:9 Sal 45:6,7.
  6. 1:12 Sal 102:25-27.
  7. 1:13 Sal 110:1.
  8. 2:7 poco. Alt. por un poco de tiempo; también en v. 9.
  9. 2:8 Sal 8:4-6.
  10. 2:12 Sal 22:22.
  11. 2:13 Is 8:17.
  12. 2:13 Is 8:18.
  13. 2:14 carne y hueso. Lit. sangre y carne.
  14. 3:6 mantengamos. Var. mantengamos firme hasta el fin.
  15. 3:8 corazones. En la Biblia, corazón se usa para designar el asiento de las emociones, pensamientos y voluntad, es decir, el proceso de toma de decisiones del ser humano.
  16. 3:10 Siempre se alejan de mí. Lit. su corazón siempre se extravía.
  17. 3:11 Sal 95:7-11.
  18. 3:15 Sal 95:7,8.
  19. 3:18 los que desobedecieron. Alt. los que no creyeron.
  20. 4:2 no se unieron en la fe a. Var. no se combinó con fe para.
  21. 4:3 Sal 95:11; también en v. 5.
  22. 4:4 Gn 2:2.
  23. 4:7 Sal 95:7,8.
  24. 4:9 un reposo especial. Lit. un sabático.
  25. 4:12 Penetra … huesos. Lit. Penetra hasta la división de alma y espíritu, y de articulaciones y médulas.
  26. 5:5 Sal 2:7.
  27. 5:6 Sal 110:4.
  28. 5:11 ustedes … y no escuchan. Lit. se han vuelto torpes en los oídos.
  29. 6:14 Gn 22:17.
  30. 7:17 Sal 110:4; también en v. 21.
  31. 7:25 por completo. Alt. para siempre.
  32. 8:5 Éx 25:40.
  33. 8:12 Jer 31:31-34.
  34. 9:11 definitivos. Var. venideros.
  35. 9:15-16 En griego la misma palabra se emplea para pacto y para testamento; también en v. 17.
  36. 9:20 Éx 24:8.
  37. 10:1 presencia. Lit. imagen.
  38. 10:7 Sal 40:6-8.
  39. 10:16 Jer 31:33.
  40. 10:17 Jer 31:34.
  41. 10:30 Dt 32:35.
  42. 10:30 Dt 32:36; Sal 135:14.
  43. 10:38 el justo. Alt. mi justo.
  44. 10:38 Hab 2:3,4.
  45. 11:11 Por … estéril. Alt. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril.
Bible Gateway passage: Filemón - Hebreos 11 - Nueva Versión Internacional (2024)
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